Música Sacra, Música del pueblo.
Las 19.30h. Llego tarde…Eusebio ya está formando a los demás, César dando el diapasón y Gustavo como siempre calentando el tenor con soplidos largos y calientes casi inaudibles.
-Y la corbata??
-Aquí, tranqui.- Atajo a Eusebio con una sonrisa.
De ahí a un rato empieza a marcar. Ya es de noche. Redoble de tambor, marcha…marcha fúnebre. -O son das vellas- como dijo Esteban cuando se escuchaba una oración en la puerta de la Iglesia.
Ahora nada...no se eschucha a un alma. Y el tambor resuena implacable. Solamente me doy cuenta de mi respiración entrecortada, el vaho que sube con cada bocanada de aire que exhalo y el tambor marcando el paso.
Un gesto de un cofrade y... marcha, y en marcha, marchamos. Poco a poco…tras la Virgen de las Angustias...paseniño, como se dice aquí. El paseo se hace ameno…-Si no fuera por este frío…-se le escapa a Martín mirando al cielo.
La verdad es que hace buena noche, despejada, unas cuantas nubes se desmarcan haciendo una carrera, perfilando su silueta con el reflejo de la luna llena. Luna llena, blanca y redonda, fría luna con luz tenue. Baña y sume al pueblo en el caminar. Paseo nocturno, música sacra, música del pueblo. Se rasga el silencio con La Saeta. Se estremece la noche y la luna nos mira mas radiante que nunca. Una señora se emociona. -Siempre me gustó, nos gustó desde un principio a todos y sin ella el repertorio quedaría vacío.- Dos lágrimas se deslizan por sus mejillas, dos brillantes fríos, dos escalofíos recorren su espalda. Un suspiro. Un quebranto. Una Saeta…
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